martes, 15 de mayo de 2012

EL TEMA DEL HUMANISMO

“Humanismo” es una palabra vaga y complaciente. En su acepción más común se refiere al hombre y su salvación. ¿Salvarlo de qué? La respuesta razonable sería: salvarlo de sí mismo. Respuesta que nos es sugerida cuando atendemos a los siglos de la Historia como cuando atendemos a nuestro presente.

EL HUMANISMO CRISTIANO. Si bien el Evangelio no es una teoría, no podemos ignorar las esperanzas y las tensiones que ha suscitado. El Evangelio es una fe o una  firme adhesión a Jesús.  Es una esperanza; es un amor que, por las peripecias de su destino ha producido una apologética, un Derecho, una pseudo ciencia o Teología.  La palabra simple y directa de Jesús se ha inficionado de ganga griega, romana, y gnóstica.

Jesús – citamos al azar – da un consejo o hace una súplica: amaos unos a otros; que sean uno, Padre, como Tú y yo somos uno. Y a sus seguidores más próximos: “tengan todos un mismo sentir. Sean compasivos, fraternales, misericordiosos, humildes, no devolviendo mal por mal”.

El Reino de los Cielos es el advenimiento de los pobres.  Sólo los pobres se salvarán. Y así, la parábola del rico Epulón no es la parábola del mal rico, sino que lo es del rico simplemente.
Jesús no se sentía  enviado a todos los hombres. He aquí la dura respuesta que le da a  la mujer cananea:  “He sido enviado sólo a las ovejas perdidas  de la casa de Israel”.

“No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros”. De la batalla que Jesús ha dado podemos decir sin paradoja que está ganada y perdida. Ganada, en cuanto ha sido la representación que unos pocos se han hecho de la vida: Jesús, Francisco de Asís, Pedro Valdo, Alberto Schweitzer, Clotario Blest.

La batalla del Evangelio está perdida cuando se ha convertido en Política, en Derecho Canónico y en muchas iglesias que guerrean firmemente entre sí para conseguir el poder total.
Además el fracaso del Evangelio en la política mundial era inevitable. Estaba inscrito en su misma substancia, puesto que toda la prédica de Jesús estaba dominada por su pensamiento escatológico. El Reino de Dios se acerca: “en verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto se cumpla”.

Esperando el santo advenimiento, los cristianos primitivos no se preocupan de dejar una teoría del Estado ni academias de estudios religiosos. Esperando la vuelta del Señor no se preocupan de reorganizar el mundo.
“Que cada cual permanezca en el estado en que fue llamado, etc., etc.”

Se posterga indefinidamente el Día. Las iglesias triunfantes comienzan a disputarse duramente las realidades terrenas, y el espíritu de la prédica de Jesús se solidifica en la letra. A la caridad sucede el Derecho, y a la palabra simple y directa de Jesús, sucede una pseudo ciencia: la Teología.

Las iglesias, afianzándose siempre a la zaga de los albures de la ambición, no han podido sustraer al mundo de esa peor parte que mueve a la historia.

EL HUMANISMO DE MARX
 Hay miseria con todos los dolores que acarrea.  Hay miseria en un mundo rico como nunca lo había sido.
¿Nos da Marx alguna clave para superar este estado del mundo?
No la esperemos de los Manuscritos de 1844.

No está la clave en el Marx joven. No la está en el sufrimiento silencioso de las masas ni en el  celo de políticos burócratas que suelen salir a aplanar calles, suscitando en otros, esperanzas mentirosas. 
Nos interesan, dice Marx, estas leyes tendenciales que actúan y se imponen con férrea necesidad.  (Marx. Primer Prólogo al Capital).

Tus lloriqueos guárdatelos.  El corazón caliente y la cabeza fría.  Pide lo que es posible pedir ahora.
Así pensaba el gran Lenin. Después de él, los ingenieros de la revolución se aquiltraron.

Marx, a la inversa de Jesús,  ofrece una teoría.
Hela aquí compendiada:
Valor de la mercancía: (c + v + p)
Tasa de plusvalía: (p/v = p)
Tasa de ganancia: (p/c + v = g)
Composición orgánica del capital: (c/c + v = 0)

Parece, entonces, que la salvación  - la Revolución  - llegará por un encadenamiento de ecuaciones  más o menos automático.

Pero entonces, ¿qué lugar tiene en ello la conciencia?
Marx ya ha respondido: “no es la conciencia la que determina a la vida, sino la vida la que determina a la conciencia”.

¡Proletarios del mundo! Aguantad.
Aguantad la dureza de la vida y a vuestros líderes ineptos. Ya aparecerá la flor del humanismo.


                                                                 RAMON MENANTEAU BENITEZ