Efectivamente, muchas veces ya habríamos salvado al mundo si
la calidad de las almas pudiese suplir a la calidad de las ideas.
Hay mucho dolor en torno nuestro y dentro de nosotros
mismos. Pero nuestros juicios no serán
más lúcidos porque los emitimos agitados por la indignación. Ni seremos
honestos cuando alentamos en otros esperanzas dudosas.
La dura e insobornable teoría es incompatible con los programas de salvación. Los tales programas dicen: esto no satisface nuestros anhelos, luego esto es falso. Mas, si juzgamos serenamente, no vemos ningún procedimiento para ir desde: esto no nos satisface hasta en consecuencia es falso.
Me explico, si mantenemos tales o cuales premisas, debemos
mantener tal o cual consecuencia.
Me explico más aún: dentro de un modo de producción
capitalista (premisa), es imposible que haya salarios justos.
Dentro de un modo de producción capitalista es imposible una instrucción de calidad excelente para todos.
Se me dirá: “aún creemos en los sueños, profesor” y yo les
diré : ustedes no saben en donde están parados.
Percibo que las sombras de Marx, de Lenin y de Engels, me
miran complacidas.
Suelen hablar los tribunos de la plebe y los magistrados patricios como si estuvieran en el secreto de las profecías: ¡Ha llegado la hora…! Y he aquí que tenemos a la turba arremolinándose de contento, porque cada generación está pronta a creer que es la más decisiva de cuantas han pululado sobre el haz de la tierra, y es todo un arte dirigirla y captar sus simpatías invocando sus altos destinos. Nada de esto encontramos en Marx. No hay en él efusiones del corazón. No profetiza ciudades futuras. Se atiene a lo que efectivamente pasa. Se atiene, son sus palabras, “al desarrollo de las contradicciones sociales que brotan de las leyes naturales de la producción capitalista. Leyes tendenciales que actúan y se imponen con férrea necesidad” y sigue: “aunque una sociedad haya encontrado el rastro de la ley natural con arreglo a la cual se mueve… jamás podrá saltar ni descartar por decreto las fases naturales de su desarrollo. Podrá únicamente acortar y mitigar los dolores del parto”. (El Capital. 1er.Prólogo. Págs. XIV y XV).
Aténganse a esto los actuales “ingenieros” de la revolución socialista. Lean, instrúyanse y en consecuencia actúen.
Las efusiones del corazón habrían ya salvado muchas veces al mundo si pudiesen reemplazar a la calidad de las ideas; si pudiese reemplazar a los precisos dictámenes de la inteligencia.
¡Revolucionarios de Chile a estudiar!
Ramón
Menanteau Benítez