sábado, 14 de noviembre de 2015

ABERRACIÓN




 Aberración es lo que impide a una función realizar su fin natural (aberración del ojo, aberración de un instinto, etc.).
La procreación es lo que se espera naturalmente de la función sexual.
Nuestra cultura Occidental ha institucionalizado – canalizado – este instinto sexual en vista del bienestar de la descendencia,  de la prole.
Cuando  es imposible  que haya  prole  nada  hay  que institucionalizar.
Cuando,  naturalmente, no puede haber prole el contrato es un pseudo contrato; es como el café descafeinado; se mantienen los vocablos pero la cosa misma no existe.
En esto, Felipe, tiene razón el catolicismo aunque derive de la leyenda bíblica.  Los romanos sin pensar en la leyenda bíblica le asignaron al matrimonio, a la familia, un valor casi sacramental.
El matrimonio, así como aún lo conocemos está siendo erosionado, no sólo por factores económicos propios del modo de producción capitalista,  sino también por una complacencia en el feísmo.
El contrato matrimonial entre personas del mismo sexo no sólo es un miserable juego de palabras jurídico  sino que además es grotesco. Fealdad que ya no causa extrañeza en una sociedad acostumbrada  a lo feo.
Felipe,  vamos a la Ética  por la vía de  la  Estética.  Lo feo, lo grotesto,  nunca  podrá ser un valor moral.

                                  Ramón Menanteau Benítez                       

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