sábado, 14 de noviembre de 2015

EL BIEN COMÚN (BIS)




Con la debida autorización del autor.


 Leemos a un malogrado escritor. Hay crímenes de pasión, dice el escritor, y crímenes de lógica, y la realidad de nuestra época es la del crimen lógico; la del crimen  justificado.
¿De dónde saca eso el malogrado escritor?
Si pretende que esa realidad sea sólo de nuestra época, habremos de oponernos vigorosamente, porque “convocaron, entonces, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos una reunión, y dijeron: ¿qué hacemos, que este hombre hace milagros? Si le dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año les dijo: vosotros no sabéis nada; ¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo, y no que perezca todo el pueblo?”
Tal es la racionalización de un antiguo y famosísimo crimen.
Y el bien común es también la premisa desde la cual se racionaliza la muerte de Sócrates. Y la Inquisición – las diversas inquisiciones habidas – también procede racionalmente cuando los canonistas invocan razones de orden social: los herejes turban la tranquilidad pública;  atentan contra el bien común.
Todavía en el siglo XVIII se justifican las violencias a partir del bien común. ¿Cuál es el bien común ahora, en 1789? ¿Cuál es el bien común que invoca una Inquisición laica e ilustrada?
                  La Revolución es la igualdad, y no habrá igualdad
                  mientras subsistan los privilegios entre el Estado
                  y los individuos. La asamblea se pronuncia por la
                   nacionalización.
En tres años, las propiedades eclesiásticas, que no eran pocas, son lanzadas  a la subasta. Los abogados, los notarios, los médicos, los comerciantes, los capataces, dueños ahora de esos bienes redactan su bien común que será la premisa para el Terror que está por venir.
Rápidamente el Papa sanciona, por el Concordato de 1801, al nuevo bien común así habido.
Luego, Iglesia y burguesía defenderán su bien común frente al socialismo incipiente. Las represiones de la insurrección lionesa, y de la Comuna, están inscritas en el código del último bien común proclamado por la clerecía  y la burguesía.
Seguimos leyendo disciplinadamente al malogrado autor hasta que una afirmación nos remece: si los principios mienten, sólo la realidad de la miseria y el trabajo es verdadera.

NOTA. Respecto del uso del bien común en Chile a partir de 1973, puede consultarse el magnífico estudio El Saqueo de los Grupos Económicos al Estado chileno, de la periodista María Olivia Monckeberg.

                                                Ramón Menanteau Benítez

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